El regreso de los Blues Explosion

jon spencer

Dicen quienes lo vivieron que el primer gran concierto de la sala Kafe Antzokia, el día en que esta realmente se inauguró, fue un 13 de abril de 1997; fecha en la que compartieron cartel la (hoy desaparecida) banda de Detroit Demollition Doll Rods y la neoyorquina Jon Spencer Blues Explosion (en la foto, en la prueba de sonido).

El Antzoki, que entonces apenas llevaba un año y algo en funcionamiento, se convertiría poco después en la sala de referencia donde iban a actuar los mejores grupos independientes internacionales y nacionales.

Apenas 6 meses antes de la inauguración del Museo Guggenheim, el trío de punk y blues americano compuesto por Jon Spencer, Judah Bauer y Russell Simins ponía fin simbólicamente a aquel gris y viejo Bilbao de los 80 y principios de los 90, al que quizá se tenga demasiado idealizado.

Este pasado sábado de Carnaval (de nuevo una señal o una excusa más para unirse a la fiesta), Jon Spencer y los suyos (que son dos guitarras y un batería), volvieron al mismo escenario bilbaíno para presentar su último disco, Meat+Bone (2012), 16 años después, y ofrecernos un repertorio ininterrumpido de casi una hora antes del bis y antes de que Jon Spencer se fuera literalmente “de baretas” (bajó del escenario y llegó hasta la barra de la entrada). Abrieron la noche los barceloneses Tokyo Sex Destruction cuya denominación hacía presagiar la intensidad de los Explosion.

En efecto, los neoyorquinos, con un sonido que va del blues de los Cream hasta el punk de los Sex Pistols, y con una actitud comprometida y salvaje que llevan exhibiendo desde hace más de 20 años, se metieron en el bolsillo al público que abarrotaba el antiguo cine San Vicente y que colgó, como en las mejores ocasiones, el cartel de “Sarrerak agortuta daude” (no hay entradas).

Era la primera vez que yo los veía en directo, después de haber asistido al concierto de Heavy Trash (trío rockabilly que lideró Spencer entre 2006-2009) y haber oído por primera vez las batallas de aquella primera vez, aquel concierto de abril de 1997. Un año que fue, en definitiva, importante y simbólico para el Bilbao que conocemos hoy en día.

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