Durante el pasado Zinemaldia tuve la ocasión de asistir a la proyección en Sección Oficial (aunque fuera de competición) de Lasa eta Zabala largometraje dirigido por Pablo Malo, escrito por Joanes Urkixo y producido por Joxe Portela (Abra Producciones). En la foto de abajo, estos tres últimos junto al elenco principal.
Lasa y Zabala (en Euskadi se mantendrá su versión 50% en euskera, 50% en castellano, mientras que en el resto del Estado será doblada al castellano), se estrena comercialmente este viernes 17 de octubre en salas de cine.
La proyección congregó a mucha gente que conocía, conocíamos, en mayor o menor medida, los hechos reales de la historia, y también a muchos de los que fueron sus principales protagonistas, como el abogado Iñigo Iruin (al que daba vida el actor Unax Ugalde), el forense Paco Etxeberria o los familiares de Lasa y Zabala.
Además el marco de la ciudad de Donostia-San Sebastián (la misma donde se encuentra el Palacio de la Cumbre, que fue sede del Ministerio de Asuntos Exteriores durante las estancias veraniegas de Franco allí, también la residencia del Gobernador civil de Gipuzkoa y donde fueron llevados y torturados Lasa y Zabala) lo hacía aún más significativo.
La historia comienza en octubre de 1983. Los refugiados vascos (se intuye que estaban a punto de, o ya integrados en ETA, pero que eran sin duda dos chicos recién llegados al otro lado), Joxean Lasa y Joxi Zabala desaparecen en Bayona sin dejar rastro, precediendo a una oleada de atentados reivindicados por el GAL. Iñigo, el joven abogado de las familias, deberá enfrentarse a la creciente convicción general de que los dos jóvenes no aparecerán nunca…
Basado en el sumario del juicio, en el guión de Urkixo también hay algunos elementos de ficción, como la figura del ayudante del abogado. El filme está realizado de forma cruda y honesta, con un montaje directo y sin contemplaciones. En cuanto a las interpretaciones cabe destacar las de Oriol Vila y Francesc Orella en los papeles de Bayo y de Galindo, respectivamente, y sobre todo, la de Unax Ugalde, que en mi opinón es su mejor composición desde La Buena Nueva (Helena Taberna, 2009).
Sin ser ninguna obra maestra, Lasa eta Zabala es una de las mejores producciones vascas de los últimos años. Durante el Festival compartió protagonismo con otra producción vasca de altísimo nivel, Loreak, también en competición oficial pero en concurso, con El Negociador o Los tontos y los estúpidos, tres películas que aún no he visto, y finalmente con las premiadas Magical Girl y La Isla Mínima.
Lasa eta Zabala forma parte de ese tipo de películas (como En el nombre del padre, Jim Sheridan, 1994) que te remueven las tripas porque muestran, sin ningún atisbo de indiferencia, lo terrorífico de la condición humana, y te hacen reflexionar sobre la vigencia en nuestros días de la tortura (la violencia física y moral).
Como así lo indican las intérpretes de las hermanas de los asesinados al inicio de la película: «si de algo sirve esta infamia, que sea para que no vuelva a pasar algo así».
Después de la proyección fuimos un grupo de gente a tomar algo a un bar para hablar de la película. Alguien dijo que esta película no será entendida de «Burgos para abajo», y que pasarán más de 30 años para que en el resto de España se vean las cosas como se ven aquí.
Es verdad que a día de hoy existen dos realidades muy distintas, casi antagónicas. Por poner un ejemplo, en la pasada Semana Grande de Donosti, el alcalde de EH Bildu se tomaba una copa con una concejala del PP de la misma ciudad. Esto, que es asumido por parte de la mayoría de la sociedad vasca, no lo es tanto (en absoluto diría yo) de Burgos para abajo…
Sin embargo, estoy seguro de que pasará mucho menos de 30 años para que se perciban de forma similar ciertas cosas. La aparición de opciones políticas nuevas como Podemos, que promueven entre otras cosas que no se siga utilizando a las víctimas como arma política, servirá para que películas que hagan un ejercicio de memoria, como en el caso de Lasa y Zabala, sean vistas con normalidad en nuestro presente y futuro hacia la reconciliación.